El verano es sinónimo de vivir la naturaleza en estado puro, rodeado de los amigos estando camping entre las montañas de los Pirineos, contar historias a los más pequeños de casa entre las luces de la tienda de campaña y descubrir juntos los amables bichitos y animales que viven en la Val d’Aran. El verano es esa etapa esperada durante el año y fugaz en el que te animas a probar cosas nuevas, a sentir nuevas experiencias, a vivir nuevos momentos. Y como uno de los momentos estrella de este verano, estas semanas es momento de descubrir y familiarizarnos con las cervezas artesanas.
Generalmente, cuando se habla de cerveza nos referimos a la cerveza industrial, aquella que se puede encontrar en casi cualquier bar u otro establecimiento y que nos ayuda a saciar la sed en un vaso frío y a desconectar del trabajo del día a día. Sin embargo, la mayoría de los mitos que creemos que conocemos sobre la cerveza son falsos.
La cerveza industrial tiene un proceso de elaboración que pasa por distintos procesos totalmente robotizados, como la pasteurización y, posteriormente, una gasificación. De ahí el hinchazón de tripa después de beberte tres cervezas.
En cambio, en las cervezas artesanas es el maestro cervecero el que se ocupa de medir y seleccionar cuidadosamente los ingredientes para conseguir una receta propia, con un sabor y unos aromas que la hagan única e inigualable. En el mundo craft o artesanal, el proceso de fabricación no lleva químicos, sino que se juega con los puntos de ebullición. Por eso, la cerveza artesana no necesita ser gasificada ya que, gracias a tener una segunda fermentación, el gas sale por si mismo sin necesidad de artificios.
Todo esto y mucho más fue lo que nos contó en la pasada cata de cervezas artesanales, David Serrano, fundador y co-propietario de la Birreria Eth Refugi, en la Val d’Aran.
En la cata y maridaje probamos cinco tipos de cervezas distintas: la primera una Weihenstephan, acompañada de unos dados de salmón noruego que se deshacía en la boca cual mantequilla. La segunda cerveza se trataba de una cerveza italiana de la marca Baladin, la Open Rock&Roll, acompañada de un delicioso platillo de queso manchego con un sabroso aceite de oliva. La tercera cerveza, de origen aranés, Era Inmortela, se maridó con un delicioso tartar de vaca vieja con denominación de origen del País Vasco, una delicia no apta para paladares conformistas. La cuarta cerveza, fruto del trabajo del fundador del Refugi y elaborada en Italia, fue la Wee Refu, y se maridó junto a un queso aranés, el ’blu’ (queso azul) de Hormatgeria Tarrau y una galleta de tomate. Y por si fuera poco, y lo que más sorprendió a los asistentes, fue el postre. ¿Postre con cerveza? Así es. Se maridó una cerveza negra y muy dulce, la Harvistoun Old Engine con unas trufas de chocolate.
¿Estáis salivando? Pues imaginaros qué placer haber asistido a esta cata maridaje a lo #VidaVerneda.
Ya estamos preparando la siguiente, ¿os venís?